viernes, 22 de noviembre de 2013

Posición de las figuras y esmaltes

Con este tercer artículo referente a las posiciones dentro del escudo y los colores que se utilizaban en su elaboración finaliza la serie que Lucas Montojo escribió acerca del blasón y que amablemente cedió al blog para su publicación, lo cual le agradezco enormemente. Esperemos que esta sea la primera de muchas más colaboraciones, ¡gracias de nuevo!:

En dos breves artículos he traído a este blog una descripción de los orígenes de la ciencia heroica y de las principales características de los blasones, con el fin de acercar al lector esta ciencia tan denostada hoy en muchos círculos. Para concluir, termino hoy con la posición de las figuras, los colores y los esmaltes que componen los escudos. 

Se llaman posiciones a los diferentes puestos que deben ocupar las figuras en el campo. Las posiciones son nueve y tienen por sí mismas una significación marcada: se compara el escudo con la fisionomía de un hombre y las diferentes figuras son la representación de sus calidades y características. En este punto estriba la ciencia del blasón. 

La parte superior del escudo se llama jefe y representa la cabeza. Esta franja superior se subdividen a su vez en tres: cantón diestro del jefe, centro del jefe y cantón siniestro del jefe. Debajo del jefe encontramos el punto de honor, que representa el cuello del hombre, tras el cual se encuentra el centro del escudo, que representa el corazón y bajo el que se sitúa el ombligo. Por último, en la franja inferior del escudo, se identifican tres posiciones llamadas punta -en el centro-, cantón diestro y cantón siniestro, que representan las piernas del hombre y el suelo. Por medio de estas nueve posiciones, se puede siempre determinar con exactitud el lugar que las figuras o atributos deben ocupar en el campo del escudo. 

Antes de describir los esmaltes, habría que afirmar que los colores del escudo han ido recibiendo a lo largo de la historia diferentes denominaciones, pero fueron los heraldos y reyes de armas los primeros en sentar las máximas y reglas de la ciencia heráldica y comenzaron a dar nombres particulares a los colores. Al amarillo le llamaron oro, al blanco plata, al rojo gules, al azul azur, al negro sable, al verde sinople y al violeta púrpura; términos de origen francés que han quedado en el blasón. Pasa por ley inviolable en España, Francia, Alemania y otras partes del mundo referirse a los metales oro y plata, quedando así reducidos los colores a cinco -a los que los ingleses añaden tres más, el leonado, anaranjado y sanguíneo- y que en heráldica reciben el nombre genérico de esmaltes.

Refiriéndonos a los metales, el oro, que generalmente se señala en heráldica con color amarillo, se caracteriza en el grabado con pequeños puntos negros. La plata, en cambio, se representa en heráldica con el color blanco y en grabado se representa dejando el espacio sin señal alguna. Volviendo a los colores, gules se simboliza con líneas verticales, el azur  con líneas horizontales, mientras que el sinople –el menos usado- se representa con líneas diagonales que vienen del ángulo diestro del jefe al siniestro de la punta. El púrpura es dibujado con líneas diagonales de lo alto del jefe al lado diestro bajo de la punta.

En los colores deben observarse siempre las reglas de no colocar metal sobre metal y color sobre color, de lo contrario se infringirá una norma que sólo permite una excepción, la heráldica pontificia.
En síntesis, a través de estos artículos, he querido acercar al lector el noble arte del blasón, tan desconocido hoy por muchos de los investigadores y de quienes se dedican a la historia, y relegado, casi siempre, a ser considerado una mera ciencia auxiliar de ésta junto con  la sigilografía, la vexilología y la diplomática. Ojalá haya cumplido mi propósito y los lectores comprendan mejor el significado de los escudos que aparecen en tantos lugares y que adornan las vidas y los hechos de tantas personas, ausentes y presentes, y que han sido timbre de honor y de gloria de muchas familias y de beneméritas y nobles instituciones.

domingo, 17 de noviembre de 2013

El día en que Cristina Onassis pudo ser marquesa de Griñón

«Papá, me he enamorado de un español», dijo Cristina Onassis. La heredera griega no tuvo el valor de realizar su confesión cara a cara, así que la hizo por teléfono. A las pocas horas, su padre, Aristóteles Onassis, el hombre más poderoso del mundo, aterrizó en Madrid para conocer al pretendiente de su única hija. «Ari, que hablaba perfectamente español, me preguntó cuáles eran mis intenciones con Cristina, y yo le respondí que no tenía ninguna», recuerda Carlos Falcó (76 años) a ABC. En aquel entonces él tenía 30 y ya estaba divorciado de Jeannine Girod; ella apenas tenía 20 y todavía no había saboreado la amargura del desamor. «Ese fue el comienzo de nuestra amistad. Tenía mucha confianza en mí», dice el marqués de Griñón, al que muchos señalan como «el único y gran amor» de Cristina.

El resto de la noticia en este enlace:


En el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Cristina Onassis, ABC ha querido recordar la amistad que unió a la hija de Aristóteles Onassis y a Carlos Falcó y Fernández de Córdova, marqués de Griñón. La relación se inició en los 70, cuando la rica heredera griega aún estaba soltera. A pesar de que el Marqués de Griñón rechazó casarse con ella, ambos continuaron siendo muy buenos amigos en los años posteriores. 

Cristina contrajo matrimonio en cuatro ocasiones, la primera de ellas a los pocos meses de la negativa de Carlos Falcó, acabando todas estas uniones en un rotundo fracaso. Afirma Cristina Thomas de Carranza, tal y como viene recogido en el artículo, que "Carlos Falcó fue el único hombre que se portó bien con Cristina". Ya lo cantó Joaquín Sabina en su canción Pobre Cristina, dedicada a la desdichada millonaria: era tan pobre que no tenía más que dinero. 

Cristina Onassis y el Marqués de Griñón (Foto ABC)

Francis Franco quiere conseguir «su ducado»

El próximo miércoles se cumplen 38 años de la muerte de Francisco Franco. Tras la desaparición de quien dirigió España durante 36 años, el Rey Don Juan Carlos (75 años) otorgó a su viuda, Carmen Polo, el título de duquesa de Franco, denominación que ahora ostenta Carmen Franco (87) y que, debido a la reforma de la ley de sucesión de títulos nobiliarios, le corresponde heredar a Carmen Martínez-Bordiú (62). Sin embargo, pese a que el destino quiso que tres Cármenes encabezaran el ducado, Francis Franco (58), actual marqués de Villaverde, quiere negociar con su hermana mayor y convertirse en depositario del título.

Sigue leyendo aquí: 


La controvertida ley sobre igualdad del hombre y la mujer en el orden de sucesión de los títulos nobiliarios vuelve a estar estar presente en los medios a causa del posible acuerdo que estarían planteándose Carmen Martínez-Bordiú y Franco y su hermano Francisco en relación a los títulos familiares. 

En virtud de la vigente ley la persona que heredaría el Ducado de Franco, que hoy posee la madre de ambos, Carmen Franco Polo, sería la primogénita, María del Carmen Martínez-Bordiú y no su hermano Francisco, como estaba previsto hasta que en 2006 se aprobó la citada ley de igualdad entre hombres y mujeres en relación a los títulos nobiliarios. El pacto entre ambos consistiría en la cesión del Marquesado de Villaverde a su hermana mayor por parte de Francisco Franco y Martínez-Bordiú (cuyos apellidos se invirtieron expresamente con el fin de conservar el apellido Franco) y la no reclamación del Ducado de Franco por ninguna de las hermanas mayores del que a día de hoy es marqués de Villaverde y señor de Meirás. El conflicto podría surgir si cualquiera de los sobrinos de Francis Franco, hijos de sus hermanas María del Carmen y María de la O, reclamara el ducado para sí o sus descendientes. 

Tanto el Ducado de Franco como el Señorío de Meirás son títulos creados a los pocos días de la muerte del General Franco y otorgados, respectivamente, a la hija y a la viuda de éste. 

Carmen Franco Polo en compañía de sus hijos y del que fuera su yerno, el Duque de Cádiz (Foto I.C.)

sábado, 9 de noviembre de 2013

El conde de Pocoyó

A José María Castillejo (Madrid, 1962) hay que tratarlo como 'excelentísimo señor'. O eso dicta el protocolo. Pero viéndolo moverse por Madrid al volante de un coqueto Smart pocos podrían imaginarse que se encuentran delante del mismísimo conde de Floridablanca. Y menos aún cuando los fines de semana cambia su minúsculo coche por una furgoneta de reparto Mercedes Sprinter 'tuneada' con asientos para viajar cómodamente con sus seis hijos y su mujer. Casi todo el mundo lo conoce como el presidente de Zinkia Entertainment, una de las principales empresas de animación del mundo que hasta cotiza en Wall Street gracias a Pocoyó, su buque insignia. Pero solo hay que rascar un poco en el currículum de Castillejo para asombrarse con el amplio ramillete de marquesados y condados que atesora, incluidas dos Grandezas de España.

El artículo completo aquí:


El Diario Vasco dedicaba la pasada semana a José María Castillejo y Oriol, conde de Floridablanca y marqués de Aldama, ambos títulos con Grandeza de España, además de conde de Armíldez de Toledo y de la Fuente del Saúco, una ilustrativa reseña en la que se dibuja el perfil de, ante todo, un audaz emprendedor sin miedo al fracaso. 

Presidente de Zinkia Entertainment, la creadora de Pocoyó y de reciente actualidad por los problemas financieros que atraviesa, José María Castillejo es la antítesis del estereotipo de aristócrata rentista y ocioso que (muy equivocadamente) ha llegado hasta nuestros días. 

José María Castillejo cuenta además con un blog y una cuenta en Twitter donde podréis seguirle.

El Conde de Floridablanca con Pocoyó y Elly, dos de los personajes creados por Zinkia (Foto EFE)